Soy Inferior, y Qué?
Los sentimientos de inferioridad son parte de la naturaleza humana. Pero ¡Ojo! no permita que se le convierta en complejo.
Los sentimientos de inferioridad forman parte de la experiencia normal. Y es que hay varios aspectos de la naturaleza humana que determinan su sentido de inferioridad respecto a otros seres vivos: su relativa debilidad física, comparada con la de animales de talla semejante, y su prolongada — y a veces desamparada — niñez.
Los sentimientos de inferioridad forman parte de la experiencia de los individuos y casi todas las personas, lo reconozcan o no, terminan por conformarse con sus limitaciones.
El método correcto de reajuste de estos sentimientos de inferioridad se llama compensación, y la incapacidad de reajuste produce lo que se denomina “complejo de inferioridad”. El camino de la vida es largo y puede ser retorcido, y en cualquier punto del mismo puede verse traumatizada la madurez psicológica, tornándose la inferioridad en un complejo.
Fue Alfred Adler, un doctor vienés colega de Freud, quien estudió a fondo, a principios del siglo XX, el complejo de inferioridad. Adler encontró en 1912 que sus ideas eran diferentes de las de su colega Freud y denominó su sistema “psicología individual”.
Adler creía en la compensación. Por ejemplo, él pensaba que en la esfera psíquica podría suceder lo mismo que en el caso de los riñones: cuando uno de ellos se enferma, el otro riñón incrementa su función para mantener el cuerpo sano.
Demóstenes tartamudeaba de niño y esto parecía haberle motivado para lograr ser un gran orador. Por ello, Adler consideraba que la clave para entender el modo de operación de la mente residía en el impulso de poder o voluntad de dominio presente en todos los individuos y afirmó que era la fuerza inductora del intento del hombre por conseguir el “objetivo de su vida”, la idea de superioridad, de significado social y de elevación de la propia estimación del individuo.
La relación de los sentimientos de inferioridad de una persona con su impulso de poder, le induce a veces hacia el objetivo vital, relacionado quizás con su propia inferioridad. Pero cuando el individuo siente que es demasiado débil para lograr lo que se propone, entonces se apodera de él un complejo de inferioridad.
Influyen en los sentimientos de inferioridad la relación del niño con sus padres, las relaciones entre sus padres y la inestabilidad o estabilidad que derivan de dicha relación, es decir, la forma en que el niño es o ha sido tratado: punitiva y rígidamente, menospreciándolo cuando se encuentra en una edad en que todo lo dicho por sus padres es una verdad irrefutable dentro de él.
Según Adler, cada niño desarrolla una estrategia especial para tratar con las situaciones familiares que representan para él un obstáculo. Adopta ciertas actitudes — o lo que llama Adler un estilo de vida-, sobre las que se basará su carácter cuando sea adulto. En otras palabras, para un niño los sentimientos de inferioridad son rasgos normales de la existencia.
Hay tres tipos de reacciones posibles: la normal o compensación, la extranormal o supercompensación y la anormal o complejo de inferioridad inconsciente.
Adler creía que en la neurosis, el individuo que se siente incapaz de conseguir un objetivo superior, desarrolla sus síntomas para escapar de la competencia o para conseguir el dominio sobre los demás mediante una especie de extorsión emocional. Para el niño torpe en los deportes, la reacción anormal o neurótica de proceder es desarrollar una enfermedad para así sentirse justificado ante él mismo y ante su grupo.
Cuando el niño entra en la adolescencia se observa a sí mismo y se compara en todo con sus compañeros. Esta es una etapa difícil en la que ni es niño ni es adulto, se siente confundido, no tiene claros sus sentimientos e impresiones sobre las cosas y la gente y suele dejarse llevar mucho por lo que el grupo piensa.
En la reacción normal, la mayoría de los invitados ya han efectuado reajustes y hallado compensación para su inferioridad cuando llegan a la edad adulta.
Sin embargo, la resolución de un complejo de inferioridad no se produce automáticamente, y su naturaleza inconsciente suele significar que el individuo no puede verlo por sí mismo. El desajuste sólo puede resolverlo el mismo individuo, si se da cuenta del mismo y teniendo entonces la habilidad para rechazar y controlar sus sentimientos y reacciones.